Walter Giardino: “Seguimos convocando porque somos reales”

El guitarrista anticipa el show con el que el grupo de hard rock celebrará los 35 años del disco “Magos, espadas y rosas”.

Walter Giardino todavía ajusta detalles. En la sala suenan las canciones que hicieron de Rata Blanca una de las bandas de hard rock con más nombre de Latinoamérica, pero ahora el guitarrista se ocupa de calibrar contenido multimedia y puestas de luces. “Hoy la propuesta es bastante competitiva en ese aspecto, la gente se acostumbró a mirar mucha pantalla”, admite en la previa a su show de este miércoles 19 a las 21 en el Movistar Arena. “Tampoco quiero abusar, hay que intentar conseguir un equilibrio. No es fácil mantener el espíritu de banda de rock más clásica con toda la tecnología de hoy”.

El objetivo, dice, es que lo visual no sea todo. “Que la gente escuche un poco de música y no venga a ver dibujitos; que la música siga siendo el punto de encuentro”, propone, en sintonía con un mandato basal que le recuerda a sus comienzos. “Me crié escuchando el mejor rock de la historia, que fueron los ‘70, y ahí no había muchas luces ni pantallas”.

Rata Blanca viene de una gira incansable que inició en marzo con un recital en Ecuador, que los llevó por toda América y España, y que tampoco se detiene con la presentación en Buenos Aires. El grupo tiene que sonar afilado, pero sigue ensayando. “Es un poco lo mismo multiplicado por 30, aunque uno va al escenario a dar todo, siempre”, concede Giardino. “A veces son más cómodos los lugares no tan grandes. Está bueno mantener ese espíritu de escenario más normal, que mirar toda la parafernalia, los efectos, luces y cuestiones que de alguna manera maquillan más que sumar, en algunos casos. Quiero defender lo otro, quiero que la gente se vaya con la impresión de que vio a una banda de rock haciendo su trabajo. Lo demás es agregado”.

La presentación promete celebrar el 35 aniversario de Magos, espadas y rosas, el disco que cambió para siempre la historia de Rata Blanca y que los elevó a un estatus del que ya no se bajaron más. La banda inició una nueva vida en aquel 1990, con la fuerza de las canciones, la épica, la mitología, un espíritu neoclásico reflejado en el virtuosismo de la guitarra, y dos bombazos radiales como “La leyenda del hada y el mago” y “Mujer amante”.

“Hay discos que marcan para siempre la vida de una banda”, define Giardino. “Yo lo llamo ‘estado de gracia’. Es un momento en el que todo confluye y las cosas suceden porque están buscadas”. Ese nivel de sinergia llegó tras la salida del cantante Saúl Blanch -que había grabado el álbum debut- y la llegada de un joven Adrián Barilari. “Éramos una banda ascendente que se había quedado sin cantante y no sabíamos qué iba a ser de nuestra vida. Adrían encajó con el nuevo material que ya estaba prácticamente compuesto. Es una de las personas que más respetan lo que les pido. Ejecuta las canciones muy cercanas a lo que yo tengo en la cabeza”, reconoce el guitarrista sobre su compañero.

-¿Qué pasa cuando se acaba de grabar un disco bisagra? ¿Eran conscientes del impacto que iba a tener?

-Si no tenés esa confianza, las cosas no te van a salir muy bien. Empecé con mi primera banda a los 12 años, a los 26 con Rata Blanca ya era un veterano. Los chicos siempre confiaron muchísimo en mi forma de trabajar y me dejaron creer que podíamos hacer cualquier cosa. Éramos cuatro personas enfocadas en tener una banda que nos sirviera no sólo desde lo musical sino también desde lo personal. A veces el éxito de una banda de rock te puede sumergir en problemas, pero nosotros queríamos tener una banda para que nos sacara de la parte mala de la calle, de vicios y cuestiones que nos rodeaban por ser pibes de barrio. Luchábamos por lograr un estatus de vida, un lugar mejor. Sentíamos que si no lo lográbamos, habríamos fracasado.

-No son tantos los grupos de rock más nuevos capaces de generar ese nivel de impacto. ¿Pensás que el gran motor del rock se apagó con el siglo XX?

-Sí. No digo que vaya a quedar así. Espero que no. Trabajo para que no: intento darles esperanza, fuerza e ideas a los chicos. No se puede intelectualizar tanto una guitarra eléctrica, que es un elemento inerte hasta que un músico le da vida. Hoy todo es muy pensado y rebuscado. Hay chicos increíbles, con mucha habilidad, que se ven en YouTube. Pero si estás en tu habitación tocando muy bien sentado en la punta de la cama, eso es como ir a la primaria. Para llegar a ser ingeniero te falta un montón. Cuando te parás y te colgás la guitarra eléctrica, el mundo ya cambió. Las cosas cambian cuando salís a la calle a querer ser alguien y eso es lo que se está perdiendo en la vida real.

-¿Qué cosas se pierden?

-Una banda de rock es estar todos juntos durante un montón de tiempo, viviendo cosas, exprimiendo el cerebro para saber cómo van a hacer mañana porque no hay plata para comprar cuerdas, ni para púas, ni para pagar la sala de ensayo, ni dónde vivir. Todo eso es parte de la realidad de la banda. Hay grupos que no son tan capaces musicalmente pero logran cosas desde el núcleo, desde la sustancia misma del asunto. El modernismo está buenísimo en un montón de aspectos, pero nos aísla y nos propone que la inteligencia artificial empiece a componer música. Parece que tenemos que ser populares antes de ser lo que realmente tenemos que ser. Una banda de rock, para que sea real, tiene que ser real. No puede ser un elemento de cuatro tipos grabando, uno en China, el otro en Rusia, el otro en la Argentina y el otro en Francia.

-¿Por qué siguen siendo convocantes?

-Porque somos una realidad. Esto no es una moda, es una banda que funciona. Y siempre me ocupé de que así fuera. Pasaron muchísimos años y músicos, y la cosa sigue funcionando. Vienen músicos que entienden el código, comprenden la sustancia y dan lo que tienen que dar. Tocamos para miles de personas todos los años. A veces uno se va del radar de la gente porque no pertenece a cierto círculo del mainstream, y el mainstream argentino tiene sus preferidos. Nuestra realidad es una sola: las canciones y cómo sonamos en vivo.

-Si se le sacan todos los ropajes y la parafernalia, ¿cuál es la última sustancia de Rata Blanca?

-Somos una buena banda de rock que no te va a defraudar. A veces, la parafernalia vende. Yo quiero ser un buen músico de rock, nunca busqué otra cosa. Después lo otro es el éxito y las idealizaciones que agradezco mucho, pero sigo siendo el Walter de los 15 años. La vida de los músicos más grandes se terminó cuando se terminó su vida; fueron músicos hasta el último momento, y eso es lo que debe pasar.

Fuente: Pagina 12