El brutal grito primitivo de John Lennon: La creación de Plastic Ono Band
Dolido e inseguro por el final de los Beatles y otros problemas personales, John hizo frente al término de la luminosa década de los sesenta con un álbum crudo y confesional. En Plastic Ono Band -lanzado hace medio siglo exacto, Lennon plasmó letras e ideas derivadas de su experiencia con la terapia de grito primal, como «God» y «Mother». Allí repasó cuentas con su infancia, acusó a sus padres y declaró el fin de una era.
ue una mañana, a finales de marzo de 1970, mientras el viento fresco de la primavera boreal soplaba entre los abetos de la mansión de Tittenhurst, cuando John Lennon recibió un extraño paquete. Era una encomienda de la editorial G. P. Putnam’s Sons, que entre los papeles de embalaje contenía un libro. Nada raro.
Era la clásica movida para obtener algunas palabras elogiosas para el texto por parte de un famoso. En este caso, además de consumado lector, el músico había publicado dos textos con algunas historias y escritos ingeniosos (In His Own Write y A Spaniard in the Works). Era el nombre ideal.
A él le llamó la atención el nombre del libro. Se titulaba El grito primal (The Primal Scream), y su autor era un terapeuta de California, llamado Arthur Janov. En este proponía que las neurosis de la adultez eran consecuencia de traumas no resueltos desde la infancia, es decir, por dolor que se ha reprimido durante los años.
“Significa que todos tenemos necesidades con las que nacemos, y cuando esas necesidades básicas no se satisfacen, nos duele. Y cuando se imprimen en el sistema cambia todo nuestro sistema fisiológico”, explicó en una entrevista de 2008 disponible en el canal de YouTube Primal Therapy.
La última fantasía de John Lennon y Yoko Ono: entre brujos, playas y canciones de discotecaPor ello, planteó un método terapéutico para curar ese dolor primario, de allí el nombre del texto. “Lo que hace nuestra terapia es volver a esos primeros cerebros dañados, respirar el dolor y sacarlo del sistema, porque mientras tanto ese dolor se mantiene almacenado y esperando su salida”.
Años después, el método ha sido cuestionado por quienes acusan que precisamente, reduce asuntos muy complejos a una sola causa.John, en su estilo, se echó en un sillón y en una tarde leyó el libro de principio a fin.
Apenas lo acabó, le dijo a Yoko Ono que deseaba conocer al doctor Janov e iniciarse en la terapia de grito primal cuanto antes. Ahí, dijo, estaba la respuesta. La posibilidad de hacer frente a los dolores de una infancia en que apenas conoció a su padre, y compartió muy poco con su madre, pues él fue criado por su tía Mimi, una mujer severa que le proporcionó techo, pero no el calor de hogar.
Mientras Yoko buscaba el teléfono de Janov para agendar alguna visita, varios asuntos rondaban en la cabeza de Lennon. A pesar de que en una entrevista para un especial de la cadena ATV había señalado su confianza y optimismo en lo que se venía para la década, esos primeros meses de 1970 sumaba agrias tensiones en lo público y lo privado. Además, estaba por salir a la luz una noticia que él ya masticaba por un largo tiempo: el final de los Beatles.“No puedo perdonarlos”
Fue tras una tensa reunión en la oficinas de Apple, a fines de 1969, en que John le comentó a sus atónitos compañeros su decisión de retirarse de los Beatles. Para él la historia ya no tenía vuelta atrás. Las tensiones con el resto, en especial con Paul, sobre la dirección del grupo y la nominación de un nuevo mánager en reemplazo del fallecido Brian Epstein pasaron la cuenta. “Yo junté la banda y yo la deshice. Es así de simple”, explicó tiempo más tarde.
Pero la cosa no fue más allá. Tanto Macca como el mánager Allen Klein, convencieron a Lennon de mantener su decisión en silencio para no golpear el rendimiento comercial del álbum Abbey Road, el último que grabaron juntos. Aceptó, pero dejó en claro que por su lado, la historia estaba cerrada. “Es como les dije muchas veces, éramos solo yo y un grupo de apoyo, Paul y un grupo de apoyo, y lo disfruté. Entonces rompimos”, le contó a Jann Wenner, el fundador de la revista Rolling Stone.
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A Lennon también le dolió el trato de sus compañeros hacia Yoko, a quien él consideraba no solo una compañera sentimental, sino que también artística. Aunque en principio, ellos fueron al menos, tolerantes. “La insultaron y todavía lo hacen. Ni siquiera saben que puedo verlo, e incluso cuando está escrito [en los diarios], parece que yo solo soy paranoico o que ella es paranoica”, comentó en la misma entrevista. “No puedo perdonarlos por eso, de verdad.
Aunque tampoco puedo evitar seguir amándolos”.
Pero su amor solo estaba reservado para Yoko. Y junto a ella, en el final de la década, mantuvo su período de mayor activismo político en que apoyó diferentes causas, con especial interés en aquellas referidas al antirracismo. “Parte de la razón para ello era el cruel racismo que subyacía a la mayor parte de la hostilidad pública hacia Yoko”, explica el biógrafo de Lennon, Philip Norman. En una oportunidad, un grupo de activistas anti-apartheid fue multado por irrumpir en un partido de la selección sudafricana de rugby.
Tras enterarse, fue el músico el que pagó la sanción. Por supuesto, no recibió buenos comentarios en los medios.Además de las burlas, la pareja hizo frente a una breve temporada de adicción a la heroína. Se lograron desenganchar gracias a un tratamiento de choque, en el que simplemente dejaron de consumir de un día para otro, aunque Yoko debió internarse en una clínica de Harley Street.
De alguna forma, las actividades sociales y los mensajes telefónicos en apoyo a las marchas de estudiantes les mantuvieron ocupados. Cuando Wenner le preguntó por esos días, explicó sus razones: “Sentimos tanto dolor que teníamos que hacer algo al respecto. Y eso es lo que nos pasó. Tomamos ‘H’ por lo que los Beatles y otros nos estaban haciendo. Pero salimos de ahí”.
Pero poco a poco se involucró en otros proyectos. Lanzó sus primeros singles como solista (“Give peace a chance”, “Cold turkey”, “Instant Karma!”) y hasta se presentó en escenarios como el festival de rock de Toronto, ocasión en que armó una banda junto a Eric Clapton, Klaus Voorman, Alan White, y por supuesto, Yoko. La actuación se publicó en los surcos de un vinilo bajo el nombre de Live Peace in Toronto.
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Finalmente el 10 de abril, McCartney anunció que dejaba el grupo y preparaba el lanzamiento de su primer álbum en solitario, lo que indignó a su excompañero, quien sintió que debió hablar antes, a fin de cuentas, él se había largado primero del redil Beatle. “Estaba maldiciendo, porque no lo había hecho -rememoró-.
Quería hacerlo, debería haberlo hecho. Ah, maldita sea, mierda, qué tonto fui”.
Una gran pelota de dolor
Fueron los hijos del doctor Janov los que le convencieron de acceder a la petición de Yoko de tomar un vuelo y atender de forma particular a su famoso marido. A fin de cuentas, el nombre de John Lennon resonaba más a los muchachos que al compuesto psiquiatra de la costa oeste, que en principio se había negado a dejar a su cartera de pacientes, solo para viajar al otro lado del Atlántico y ocuparse de uno en especial.
Finalmente viajó acompañado por su familia. e incluso, se acordó que Yoko también tomaría terapia con la doctora Vivian Janov, la esposa del ideólogo del grito primario.
En un pequeño estudio de la mansión de Tittenhurst, un abatido John Lennon se reunía cada mañana con el terapeuta. Sentados frente a frente, conversaban por horas, examinando cada rincón del pasado. La charla podía derivar en el derrame de lágrimas y hasta gritos; cualquier expresión del cuerpo era válida para expulsar el soplo de dolor.
“Hablaron del abandono -como lo veía él- por parte de su padre aquel día soleado de 1946 en Blackpool cuando se había visto obligado a elegir entre papá o mamá -explica Norman-. Hablaron de Julia, de su belleza y su magnetismo, de su sensación de que ella nunca había sido del todo suya y que también ella lo había dejado justo cuando más la necesitaba”.
Poco a poco, el músico dejaba caer su personalidad más combativa para dejarse ver en la plenitud de su angustia.“No tenía defensas, estaba descompensándose, desmoronándose, no era más que una gran pelota de dolor -cuenta Janov en la biografía del ex Beatle-. Ahí tenía alguien a quien el mundo entero adoraba y eso no cambiaba nada. En el centro mismo de toda aquella fama, aquella riqueza y aquella adulación no había más que un niño que se sentía solo”.
Para Lennon, la experiencia resultó brutal. “Durante la terapia sientes realmente cada uno de los momentos dolorosos de tu vida, es espantoso -detalló tiempo después-. No hay forma de describirlo, lo que realmente haces es llorar. En vez de acumular emoción o dolor, sentirlo en vez de reservarlo para un día que llueva”.
Durante las charlas también se explayaron en otros temas, como la espiritualidad. “El propio John consideraba que el servicio más importante que Janov había hecho por él era destruir los ‘mitos religiosos’ que había ido absorbiendo durante toda su vida, de la escuela dominical en la iglesia de San Pedro de Woolton al ashram del Maharishi en la India”, explica Norman.
En algún momento, Janov le preguntó a Lennon por su relación con la religión. Quería saber si en algún momento sintió la necesidad de acercarse a la religiosidad, porque en general quienes sienten algún dolor emocional, suelen buscar consuelo en la religión. John lo miró y soltó rápido: “Oh, Dios es un concepto con el que podemos medir nuestro dolor”.